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8 cosas que me gustaron de viajar a China

Viajar a China cosas que me gustan

El país del dragón es gigantesco, y viajar a China puede convertirse en una experiencia agradable o suponer todo un auténtico desafío. En mis viajes por oriente, China siempre ha ocupado un lugar preferencial en mi agenda por muchos motivos.

Viajar a China siempre fue un sueño que yo tenía desde bien pequeñito. Lo que pasa es que lo cumplí con creces: me recorrí casi todo el país con mi mochila. Es por ello que os quiero dejar las pinceladas de aquello que recuerdo que más me gustó la primera vez que visité el país de los dragones, las dinastías milenarias y la explosión comercial.

1. La belleza natural

Normalmente, la gente piensa en China como un país con mucha historia, pero que se ha convertido en la fábrica del mundo en nuestros días. Es fácil pensar en todo ese bullicio en las fábricas, con gente trabajando sin parar y las mercancías saliendo del país a cada momento. Sin embargo, muchos tienen en su retina, ya sea por la televisión o porque lo han visto en persona, la imagen del entorno natural del país.

Y no es para menos. China es un país lleno de naturaleza, con paisajes colosales y grandiosos espectáculos naturales. En toda su inmensidad, China ofrece la visión de los Himalayas, cascadas místicas, bahías de otra época, interminables campos de arroz, lagos como océanos o épicas montañas sagradas.

Por todo ello, es más que recomendable que el viajero salga un tiempo de las ciudades y experimente por sí mismo las maravillas que el coloso de oriente guarda en sus entrañas.

2. Los monumentos y la historia

Venir a China es entrar en contacto con la historia a cada paso que das. La civilización china es milenaria y eso se nota en muchas cosas. No debemos dejarnos engañar por el frenético ritmo de la actualidad, sino pensar que esta época es otra página más de su grandísima historia, algo que algún día habrá que recordar.

Desde Qin (se pronuncia «Chin»), el primer emperador de la China unificada, pasando por los sabios Lao Tse o Confucio, las guerras del opio, el comunista Mao o la expansión comercial de nuestros días. Toda época ha dejado su huella en forma de monumentos, ideas, tratados u obras faraónicas.

La mítica Gran muralla china, la inmensa Ciudad prohibida, el majestuoso palacio del Potala del Tíbet, las múltiples pagodas y los templos; todos ellos se codean de tú a tú con las infraestructuras más modernas, el fragante puerto de Hong Kong, la colosal presa de las Tres gargantas o la omnipresente Perla de oriente de Shanghai.

3. Moverme en bicicleta

Muchos se imaginan a China como un país contaminado, lleno de ruido y con poco espacio para pedalear. Sin embargo, se equivocan, o al menos en parte.

En realidad, China puede ser un paraíso para los ciclistas. No es raro encontrar zonas en las que cada calle tiene una zona reservada para bicicletas y motos, bien delimitada y espaciosa, y al lado derecho de la calzada.

Me explico. Esta zona no está separada de la carretera, sino que forma parte de ella, del asfalto (o concreto, como lo llaman en algunas partes de América). Podéis imaginaros un arcén gigante, para haceros una idea. Esto, que mucha gente puede pensar que puede resultar más peligroso para los ciclistas, en realidad mejora mucho la movilidad, ya que es más fácil recorrer una calle entera o pasar de una avenida a otra, como hacen el resto de vehículos.

Lo menciono, especialmente, por la costumbre que tienen muchas ciudades de ubicar los carriles bici encima de las aceras, o hacerlos con formas serpenteantes, adaptándolos a mil cosas, en lugar de construirlos en línea recta.

En bicicleta en Xian
Pedaleando sobre la muralla de la antigua capital de China, Xian, con una bici que alquilé

En resumen, el tema de las bicicletas en muchas partes de China me parece sensacional, me encantó. De hecho, me pude recorrer muchas de ellas alquilando bicicletas y pedaleando con gusto.

Supongo que esto puede ser una sorpresa para muchos. A mí me ganaron.

4. Viajar en tren

Ante la inmensidad del territorio, los chinos se tomaron muy en serio la conectividad entre las distintas zonas del país. Y lo consiguieron. No en vano, a pesar de las muchas dificultades que se encontraron, especialmente en ciertos territorios fríos, lograron construir una extensísima línea férrea que alcanza los lugares más recónditos y conecta los extremos del país entre sí.

Pero no se trata solo de eso. Los vagones están bien pensados. Normalmente, se puede elegir entre 4 tipos de vagón:

  • Asiento duro.
  • Asiento blando.
  • Cama dura.
  • Cama blanda.

Así, mientras que los dos primeros están pensados, sobre todo, para viajes más cortos, los dos últimos lo están para viajes largos.

La realidad es que yo usé, con diferencia, la cama dura, que no es dura, en realidad. Consiste en dos literas de tres camas cada una en cada habitación, donde se viaja bastante cómodo. Los chinos, en general, son bastante respetuosos, e incluso, diría yo, acogedores. A veces, te ofrecen comida, o quieren conocerte. Otras, te ignoran completamente.

La diferencia con la cama blanda, esencialmente, es que ésta última es más cara y más cómoda, además de consistir en dos literas de dos camas cada una por habitación.

Sin duda, si queréis conocer China en profundidad, debéis viajar en tren.

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5. La comida

Un plato fuerte, sin duda. ¿Quién no se ha deleitado alguna vez con la cocina oriental o ha visitado un restaurante chino? Están extendidos por todo el mundo, en cada ciudad, y su cocina está presente en la mente de cada individuo. ¿Os imagináis, entonces, adentraros en callejones, mercados callejeros o restaurantes en el corazón de China para probar cosas nunca antes vistas? Pues algo así fue. Y algo así es lo que os podéis encontrar por allí.

Sin embargo, mi objetivo tenía una dificultad añadida. Tenía que encontrar comida vegana. Por suerte, China es el país del tofu, y una de mis recetas favoritas, el mala doufu, o tofu picante, era fácil de encontrar. Así que probé mala doufu en todas sus formas, grados de picor y variedades posible, entre otras muchas cosas, a lo largo de todo el país.

Por supuesto, si queréis conocer mi comunidad de recetas veganas no dudéis en seguir el enlace. Allí encontraréis mucha cocina vegana e información sobre nutrición, veganismo y salud.

6. Los contrastes

Y es que China es un país de contrastes muy fuertes, muy marcados. Puedes estar visitando la zona financiera más exclusiva de Hong Kong y al lado encontrarte con un templo antiguo donde la población conserva la tradición al tiempo que abraza el progreso.

O puedes viajar en tren a 300 kilómetros por hora, salir de él, y encontrarte a alguien con un vehículo de carga a pedales de otra época.

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Y si tenemos en cuenta la inmensidad del territorio, podemos encontrarnos diversidad de razas y culturas, especialmente, por ejemplo entre tibetanos y han (la raza de los chinos), o entre la gente del norte y la del sur.

Por otra parte, otra variedad curiosa, en este caso de tipo culinario, es ver cómo en el norte (zona Beijing, por ejemplo) se usa más la pasta en la cocina, mientras que en el sur lo más utilizado es el arroz.

Así es que, si vas a China, prepárate para ser testigo de la fusión de varios mundos, especialmente el que representa a la China imperial, o de las dinastías, con el mundo que representa la vida moderna actual. Además, por el camino, es muy notorio observar el contraste de estos dos mundos con otro bien presente: el de la huella que dejó el pasado comunista del país.

En este sentido, es impactante encontrarte edificios enormes de diseño monótono, muy al estilo comunista, donde se trataba de representar la igualdad hasta en la arquitectura. También son muy llamativas esas letras gigantes de rótulos que parecen querer transmitir mensajes contundentes a la población.

Todo eso está presente en China.

7. Usar el idioma

Antes de viajar, comencé a aprender chino mandarín durante los 5 o 6 meses anteriores. Y fue una experiencia increíble. Nunca pensé que aprender su idioma pudiera permitirte adentrarte tan a fondo en su cultura y comprenderla desde un punto de vista totalmente diferente.

Por lo tanto, practicar chino en el país de los dragones fue una experiencia sensacional. Tuve que agilizar la lectura y aprender muchas palabras que veía escritas en los diferentes letreros, estaciones de tren, restaurantes, y un largo etcétera.

Pero lo mejor de todo, sin duda, fue ver la cara de los vendedores nativos cuando veían que podía regatearles los precios en su propio idioma. Sin duda, fueron algunos de los momentos más divertidos del viaje. Y, por supuesto, logré comprar cosas a grandes precios 😉

8. El trato de la gente

Sin duda, algo que me gustaría destacar fue lo bien que me trataron muchos de los chinos que me encontré en mi viaje. Desde luego, puedo decir que tuve anécdotas muy divertidas con algunos de ellos, por un lado, y por otro recibí muestras de hospitalidad.

Obviamente, la mayoría de gente pasa de ti. No te van a tratar de forma alguna que no sea neutral, lo cual es bastante deseable, en realidad. Sin embargo, yo recibí distintas atenciones: en los trenes me invitaban a probar frutas exóticas (recuerdo un pomelo gigante) o a conversar, en Lhasa me invitaron a cenar en un restaurante, en Yangshuo paseamos en bici y cruzamos un río en una balsa de madera… Y mil aventuras más.

Así que no te lo pienses. Si estás pensando visitar China te felicito, porque has dado el primer paso de una gran aventura.

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