El Covid-19, que en su momento fue conocido por coronavirus, a secas, se ha convertido en un auténtico dolor de cabeza (nunca mejor dicho), para el mundo y, en especial, para los países asiáticos cercanos a China. En lo personal, cuando el brote empezó a convertirse algo preocupante, coincidía que me encontraba en Bangkok, Tailandia. Y para dejar constancia de lo que viví durante aquellos días he escrito esta entrada explicando mi experiencia con el coronavirus en Bangkok.
Si te gusta este artículo quizá te interese saber este otro que escribí sobre qué hacer en Bangkok: 45 actividades turísticas.
>> ¿Necesitas reservar un vuelo? Te recomiendo que lo hagas desde aquí. <<
Ni rastro del coronavirus en Bangkok
Corrían los primeros días de enero del año 2020 y yo me encontraba en la capital de Tailandia. El antiguo reino de Siam era, como de costumbre, la joya de la corona del turismo asiático. Como de costumbre, personas de todo el mundo atestaban los espacios turísticos más populares, como templos, mercados o palacios y, como no, también todo tipo de bares, comercios o restaurantes.
Los nativos, por su parte, vivían al ritmo al que estaban acostumbrados. Algunos transportaban turistas de un lado a otro de la gran ciudad, otros preparaban sabrosos platos de comida callejera, otros se desplazaban de sus puestos de trabajo a sus hogares y otros, a su manera, esperaban más o menos pacientemente en sus vehículos a que el tráfico se descongestionara.
Y, aunque las noticias que venían de China no eran alentadoras en relación al brote del nuevo coronavirus, Tailandia parecía más lejos de su vecino de lo que las fronteras marcaban en los mapas.
Trabajando en Bangkok
Por lo que respecta a mi persona, el día a día transcurría con normalidad. Como explico en mi artículo sobre 30 días viviendo en Bangkok, el estupendo clima tailandés de enero hacía de mi estancia una experiencia de lo más placentera. Y conociendo el implacable frío del invierno europeo, disfrutaba aún más. Pero, por supuesto, el clima no era lo único que me hacía sentir bien en la capital de Tailandia. Y es que la deliciosa comida local saludaba a mi paladar cada día, al tiempo que visitaba templos y recorría el río Chao Phraya como un niño jugando con su nuevo barquito flotante.
Aunque, por su puesto, lo importante para mí era que trabajaba cada día en mis proyectos desde la habitación del hotel con satisfactoria productividad. En definitiva, eran días más que agradables y nada parecía tener el poder suficiente para echarlos al traste.
Los casos de coronavirus aumentaban y llega a Tailandia
En medio de toda esta ola de placentera tranquilidad, las noticias sobre el temido virus empezaban a llegar. Esos días me aficioné a leer el Bangkok Post, un periódico local online que me mantenía informado y, al mismo tiempo, me hacía sentir un Bangkokian más. El diario afirmaba que el coronavirus ya había llegado a Tailandia, en medio de los decenas de miles de contagios confirmados en China.
Además de seguir trabajando, yo seguía haciendo turismo de forma moderada, al tiempo que continuaba disfrutando de la comida tailandesa. Así que, estos primeros casos no me preocupaban demasiado.
No obstante, era consciente de que, desgraciadamente, el coronavirus estaba directamente asociado a China… y en Bangkok había ciudadanos chinos en cualquier lugar de la ciudad.
¿Chinofobia?
Aquí quiero hacer un inciso, y la verdad es que no es fácil hablar de esto. Obviamente, ninguna persona china es un virus, pero tampoco se puede obviar que el epicentro del brote, o sea, la ciudad de Wuhan, en la provincia de Hubei, está en el corazón de China y que el virus se extendió desde ahí por todo el país.
Esto provocó reacciones de todo tipo, llegando desde lo racista, por parte de otros países, al cinismo, por parte de los propios chinos. En mi opinión, ninguna de las dos vías llevaba a ninguna parte. Y había que tener la máxima solidaridad, comprensión y compasión con el pueblo chino, por una parte; pero, por otra, entendía perfectamente que había que evitarlos a toda costa por puro sentido común.
Y esto lo digo siendo un absoluto admirador de China; habiendo estudiado su lengua, cultura y gastronomía; y habiendo recorrido ese país de arriba a abajo en mis viajes.
El año nuevo chino, Tailandia y el coronavirus
Tailandia y Bangkok, destinos turísticos de China
No es un secreto que Tailandia es uno de los destinos turísticos más populares del mundo. Y, como no podía ser de otra forma, China es el país que más viajeros aporta al país del sudeste asiático, tanto por población como por cercanía.
Es fácil darse cuenta de este hecho al llegar a Bangkok: carteles escritos en chino, inglés y tailandés (a veces directamente en chino y tailandés), caracteres chinos (hanzi) en muchas partes de la ciudad, turistas del país de Lao Tse y Confucio poblando las calles y lugares turísticos o, directamente, barrios enteros de presencia china, como puede ser el famoso Chinatown.
Y claro, esto, que en condiciones normales sería un motivo de alegría para mí, en aquellas fechas no me hacía sentir muy feliz.
Para entender la gravedad del asunto en ese momento hay que tener en cuenta el contexto. El año nuevo chino, por su parte, es una celebración en la que el país casi se paraliza por completo. Se trata de una festividad muy importante y los chinos suelen viajar para celebrarla, ya sea con su familia en sus lugares de origen o haciendo turismo en otros países. Además, la duración no es corta, ya que suelen ser más de dos semanas.
La inacción del gobierno tailandés: dinero contra salud
El asunto del coronavirus sirvió para poner de manifiesto que las prioridades del gobierno tailandés ponían por encima el dinero del turismo sobre la salud de las personas en su territorio. Ningún vuelo se canceló de China, no hubo restricciones y, en definitiva, casi ninguna medida preventiva fue tomada. Esto desató la ira de los propios tailandeses, y no había más que leer los comentarios que dejaban los lectores del Bangkok Post debajo de las noticias, cada vez más preocupantes, sobre la situación del coronavirus en Tailandia.
El coronavirus en Bangkok y las noticias
Una vez que el coronavirus había llegado a Bangkok, cierta sensación de inquietud latía en el ambiente. Sin embargo, la mayoría de la gente parecía despreocupada.
No obstante, las máscaras (también llamadas cubrebocas en algunos países) se estaban agotando y eran muy difíciles de encontrar en la capital de Tailandia, una ciudad que acostumbra a lucir este utensilio como protección contra la molesta contaminación en su día a día.
Y comenzaron a llegar noticias del tipo «Bangkok es la ciudad con más riesgo de propagación del coronavirus fuera de China», o «Tailandia: el país con más riesgo«, todo ello acompañado del aumento de los casos de contagio. Entonces, empecé a preocuparme.
Mis últimos días en Bangkok en pleno coronavirus
La verdad sea dicha, tengo que confesar que no fueron mis mejores días en el continente asiático. Por aquel entonces, ya había realizado las visitas turísticas que más me interesaban de la ciudad, por lo que no tenía urgencia por salir mucho del hotel. Así que tomé la decisión de no salir más allá de lo necesario que, en mi caso, implicaba salir solamente para comer.
En busca de máscaras
En cuanto a las mascarillas, lamenté no haber comprado alguna con anterioridad. Esos días me era imposible encontrarlas, y eso que había preguntado en multitud de tiendas.
Al final, cuando pregunté en mi hotel, el Amarin Inn (la dueña era una persona fantástica), se ofrecieron a regalarme 3 máscaras de cirujano que, aunque no eran las más adecuadas para frenar a un virus como el COVID-19, fueron de una ayuda inmensa, sobre todo desde el punto de vista mental. Desde el hotel, además, me indicaron cómo comprar más en un mercado local, así que pude proveerme de máscaras suficientes hasta mi partida.
La aventura de salir a comer por Khao San
La situación era un poco surrealista, pero para reducir las posibilidades de cualquier tipo de contagio lo ideal era evitar, especialmente, a las personas de apariencia china (aunque suene feo, pero así es la vida) . Así que no me quedó más remedio que hacer cosas tan raras como caminar por la calzada en una ciudad de alto tráfico. Las calles de la zona de Khao San Road suelen estar atestadas de turistas, así que no era fácil no sentirse amenazado.
Incluso los restaurantes suelen albergar mucha gente, por lo que tuve que ser muy selectivo a la hora de escoger.
¿Psicosis?
La verdad es que no me sentía extremadamente preocupado, aunque sí estaba ya alerta. Y fruto de esto es que aumentó mi sensibilidad hacia las toses y los estornudos, los cuales parecían no parar a mi alrededor. Llegaba a un restaurante, el de la mesa de atrás estornudaba; llegaba a otro, y todos tosiendo y estornudando.
Sea como fuere, puedo afirmar que nunca en mi vida había sentido a tanta gente a mi alrededor realizando tales acciones en cualquier parte. Obviamente, mi psique estaba ya predispuesto a prestar atención a estos actos aunque, tal y como estaba la situación, se podía esperar mayor concienciación por parte de todo el mundo, ya que lo hacían de forma muy despreocupada.
Hubo un día, incluso, en que yo estaba en un restaurante y un grupo de chinos se sentaron a dos mesas de distancia de mi. ¿Qué pasó? Pues que uno de ellos estornudó y se fue a coger papel, para lo cual tenía que pasar por mi lado. Una situación bastante incómoda, la verdad.
Renunciar a visitar las Erawan Falls y Ayutthaya
Una de las cosas más duras que tuve que hacer esos días fue tomar la decisión, también, de evitar los espacios turísticos. Estos eran zonas de alta concentración de personas por lo que se convertían en potenciales zonas de contagio.
Esto implicaba, por ejemplo, renunciar a visitar dos de los lugares que más deseaba conocer en esos momentos, como eran las cascadas de Erawan y Ayutthaya, la antigua capital de Tailandia. Y es que, después de tanto trabajo en la gran ciudad de Bangkok, nada me podía venir mejor que salir de ella y visitar espacios naturales y extensos donde poder entrar en contacto con la naturaleza, esparcir la vista y despejar la mente.
Sin embargo, como ya he explicado, no pudo ser. Evitar el contacto con otros turistas era más importante, y no me parecía una buena idea compartir horas de viaje en bus con otras personas.
Lo peor: ir al aeropuerto y viajar en avión
Mis días en Tailandia tocaban a su fin por lo que se acercaba la fecha de mi vuelo. De todo lo que podía hacer en Bangkok, lo que menos gracia me hacía era ir al aeropuerto, uno de los lugares más peligrosos posibles, en cuanto a contagio del coronavirus se podía referir. De cierta forma, era como meterse en la boca del lobo.
Además, estaba la cuestión del viaje en avión, lo que suponía muchas horas compartiendo habitáculo con cualquier tipo de personas. En definitiva, me esperaban muchas horas de cierto estrés.
Y aunque la temperatura tan agradable de la ciudad me hablaba al oído diciendo «quédate», mi tiempo se agotaba y no me quedaba más remedio que abandonar la gran ciudad de Bangkok.
Buses, check-in, embarques, vuelos, transbordos, traslados
La ocasión no defraudó, y todo el recorrido hasta Madrid se convirtió en una aventura tensa. En Bangkok, debía ir al aeropuerto de Suvarnabhumi, y pensaba hacerlo en bus y luego en el Air Link, lo cual no me hacía ninguna gracia porque suelen estar llenos de gente. Por suerte, en el hotel me recomendaron otro bus que iba al aeropuerto directo desde Khao San Road, concretamente, el S1. Y esta solución fue genial, ya que iba casi vacío (aunque con algún estornudo suelto por ahí).
Ya en el aeropuerto, pude ser testigo de la inmensa cantidad de ciudadanos chinos que iban y venían. En otro momento hubiera sido genial verlos, pero en ese momento no quería tener el más mínimo contacto. Y así me pasé el tiempo, en los lugares donde podía haber menos gente. Y a la hora de embarcar, por supuesto, embarqué casi el último.
El primer vuelo fue algo incómodo, ya que había algunas personas que tosían o estornudaban, aunque no a mi lado. El segundo, sin embargo, fue mucho mejor. Por el motivo que fuese, había muchos asientos libres, con lo que tenía una mejor sensación de aislamiento. Eso sí, yo llevaba todo el rato mis máscaras (mis fieles compañeras), las cuales solo desaparecieron de mi rostro al lograr salir del aeropuerto de Madrid.
Cuarentena
Pues no me hacía ninguna gracia llegar de viaje y meterme en un cortijo en el campo, aislado durante 14 días hasta pasar la cuarentena, para reducir cualquier riesgo de contagiar a mi gente. ¿Exagerado? Tal vez sí, pero mi conciencia me decía que tenía que hacerlo así. Y así fue.
Y eso fue todo. La verdad es que no fue la experiencia más divertida de mi vida, la cual, ciertamente, me fastidió de buena manera mis últimos días en la capital de Tailandia. Aunque cuando pienso en otras personas y en otros lugares, pienso que, en realidad, tuve suerte.
De lo que pasó después con la expansión del coronavirus por el mundo… pues ya sabes la historia. Por lo menos, a mí me queda la conciencia tranquila de saber que hice todo lo posible porque no se extendiera, cosa que no todo el mundo puede afirmar.
¿Y tú? ¿Tienes alguna experiencia u opinión relacionada con el coronavirus? Me encantaría leer tu comentario aquí abajo. Un saludo.